El Moreno empieza el cole



 Ayer era yo la que afilaba las pinturas y cerraba el plumier. La que decoraba las libretas con dibujitos de ojos y manzanas, la que se encogía hasta mimetizarse con el suelo cuando el profe buscaba una "víctima" para salir al encerado, la que bostezaba hora tras hora en aquella sucesión soporífera de clases frente al mapa político de Asia. No recuerdo qué comí al mediodía (¿comí? mmmm...no sé) pero sé que la capital de Mongolia es Ulán Bator y no, no lo he buscado en la wikipedia. 


 No sé porqué, pero cuando entré en el colegio del Moreno para matricularlo, tras varias décadas sin pisar escuela alguna, me costó contener las lágrimas. Todos esos murales en las paredes, el olor del material escolar (y la pinta del cole en cuestión, que se quedó anclado en los ochenta) me catapultaron años atrás en cero coma, sin avisar ni nada, y el choque emocional fue tremendo. Tuve que tirar de pañuelo y es que, en el fondo, soy una sentimental. En aquellos pasillos, rodeada de filas de niños, de aulas, de olor a tiza y a papel...me sentí levitar. Llevo más de veinte años trabajando pero siento como si mi verdadero yo fuese el de la estudiante. Como si mi sitio estuviese tras un pupitre. Desde los cuatro años a los veintidós metida en un aula...lo había olvidado y sin embargo, nada más poner un pie en un colegio todos aquellos recuerdos volvieron de pronto...Veinte años no es nada, ya lo dice el tango, pero además lo que vives de pequeño es lo que queda en la cabeza, para bien o para mal.
 
 Mi niño se hace grande. Ahora es su turno, empieza el cole. Sí...ya sé...con tres años cole-cole no va a ser...pero empieza su etapa escolar y a mi, no sé porqué repito, me emociona muchísimo. Crecen... da penita dejar atrás las etapas que no volverán...intentas atrapar lo poco que queda pero no hay remedio, se escapa entre los dedos. Y sin embargo todo un mundo de experiencias por vivir se presenta, y no pienso perdérmelas añorando la época de bebés. Ya no lo son, ni el Rubio casi tampoco, y está bien así. Empiezan a ser niños y quiero vivir a tope con ellos cada nueva experiencia.

 En breve las rutinas y la realidad borrarán de un plumazo la ilusión que ahora siento; sé que estoy idealizando al colegio, que seguro es mucho más prosaico de lo que recuerdo, pero me imagino a mi mayor con su babi y su merienda y me derrito entera. Mi niño empieza el cole, aquel embrión precioso y perfecto irá al colegio desde la próxima semana. No sé bien porqué la emoción me desborda, y me siento muy orgullosa. 


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