Vivir en el centro

 



 LLevo poco más de un mes trabajando en Oviedo, y dos semanas escasas viviendo en Gijón. En ese tiempo tuve que aprender dos rutas distintas para ir y venir desde mi trabajo, (una por cada vivienda), adaptar a los nenes al colegio y a la guardería y ... adaptarme yo a mi nueva vida también. No voy a negar que no fue fácil, nada fácil en realidad, pero parece que las cosas se van encauzando y que ¡por fin! vemos la luz.


  Lo fundamental para mi es que los nenes empiezan a estar bien, ya entran tranquilos en sus respectivas aulas, comenzamos a tener costumbres y horarios...Tener nuestro propio hogar me permite cocinar y organizar la vida entorno a esas rutinas necesarias cuando hay nenes de por medio, más aún si son tan pequeños como los míos: las mismas normas, las mismas costumbres, comida casera, juegos, paseos, nada de chuches sin ton ni son, etc.etc, y horarios lo más regulares posibles y no la vida loca que hemos llevado las últimas semanas. A esto se añade que tras preguntar a todo el mundo por una persona que pudiese cuidar a los nenes por fin en la guardería del Rubio me dieron una referencia: una educadora infantil que hizo las prácticas en dicha escuela. Lleva dos días viniendo a casa y la impresión es muy buena, y ni que decir tiene que tengo la sonrisa pintada en la cara desde entonces y mi presión arterial en valores normales. Si las canguros supiesen la angustia de una madre ante la tesitura de dejar a sus tesoros en manos de una desconocida ¡dejarían el puesto!, porque no se puede trabajar bajo semejante presión...Con todo, siento feeling con ella porque lo hace bien con los niños, y encima tenemos la tranquilidad de las buenísimas referencias de la escuela. Así que me he quitado un peso enorme de encima porque los nenes son mi talón de Aquiles. Ellos me tornan absolutamente vulnerable y todo lo que les concierne me quita el sueño, esa es la cuestión. Que bastante bien lo hicimos hasta ahora, dadas las circunstancias, pero el circo que nos traíamos buscando piso, colegios etc. toca a su fin; parece que llega el orden a nuestras vidas y mi salud física y mental ¡brinda por ello!.


 Así es que poco a poco voy encontrando ratos para disfrutar de mi nueva ciudad. Cortos, pero suficientes para sentirme emocionada ante la vida que me espera. Que si todo sale bien mola, y mucho. ¿Por qué? pues porque me gusta mucho el sitio donde vivo. Sí señores...les suena esta frase ¿verdad?. La escribía aquí, cuando contaba lo mucho que iba a añorar mi casa coruñesa por ese motivo. Pues debo decir en honor a la verdad que no la añoro, porque el pisito de Gijón me tiene feliz. Las vistas del cantábrico no tienen nada que envidiar a la ría de mis amores... pero es que eso es sólo el principio.

 Una, que siempre vivió en el extrarradio, descubre ahora la comodidad de vivir en el centro. De ir andando a todas partes, de tener centro de salud y supermercado a un tiro de piedra de teatros, terrazas de ocio y tiendas molonas. De moverme por la ciudad a golpe de autobuses que pasan cada diez minutos con puntualidad germánica. De la comodidad de tener de todo a mano, absolutamente de todo, lo mismo un Massimo Dutti que una comisaría para renovar el DNI o la Estación de Autobuses. Y el mar...siempre el mar, el paseo marítimo, la playa. El mar se disfruta todo el año. Esta costa es menos brava que la atlántica, que a veces se pasa de brava; aquí el viento es lo bastante fuerte para llenar la playa de surfistas y kitesurferos pero lo suficientemente benévolo como para no tumbar a los paseantes...al menos de momento, allá para enero-febrero os contaré si sigue igual. Por ahora sólo me di un paseo una mañana temprano, pero pienso recorrérmelo entero en cuanto pueda. Para una caminanta empedernida como yo, salir a la calle a descubrir una ciudad es un auténtico placer.
                                                                                   




 
 En el centro se vive muy bien. Vale que es imposible aparcar pero la cuestión es que aquí ¡no hace falta el coche!. Las opciones de transporte público son tantas y tan frecuentes que los desplazamientos son en bus y a pinrel, no hay más. El coche para los viajes a Coruña (y a Ikea...), y ya. Por fin camino, me muevo, y tengo tiempo para oir música a la que voy y vuelvo. Entre las caminatas que me pego y lo que corro tras el Alsa se me va a quedar un cuerpo divino. Y cuando el papá me da cuartelillo recorro las calles llenas de vida a cualquier hora, observo los locales de moda dándolo todo en la tarde-noche, llenos de gente guapa entre la que me excluyo...sí, me excluyo y digo bien, porque mi look de paseante tira más a "agropecuario style" que a fashion victim (Nota mental: renovar vestuario coño, que ahora vivo en el centro. Y preferiblemente de mi talla). Miro escaparates y contemplo edificios históricos, recorro calles peatonales y plazas con sus fuentes, sus jardines, su mercado de abastos... Gijón se parece a Coruña, tiene un cierto aire decimonónico, y aún me queda por ver el casco antiguo, Cimadevilla, que está ¡cómo no! a unos quince minutos andando. Definitivamente, el centro mola. 

  Mi santo y yo miramos de soslayo la programación del Teatro Jovellanos, a unos diez minutos de casa, y nos permitimos soñar...en nada los nenes estarán acostumbrados a la canguro y podremos ir juntos a ver un espectáculo...es algo que llevamos años sin hacer. Lo mismo hasta podemos ir al cine...¡casi nada! Aunque lo cierto es que con tener tiempo para pasear a mi aire, solo con eso, soy más feliz que una perdiz.


Comentarios

  1. Eres la BOMBA prima. Me alegro que las cosas vayan poco a poco asentándose. Ahora a disfrutar de la tranquilidad los 4.

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  2. Gracias Vane! Síi, aquí estamos! Ya encarrilados, estoy contenta :)

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  3. Qué guay!!!! Es la bomba!!!! Estoy de acuerdo con todo lo que dices. Un besazo

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  4. Es que entre "expatriadas" nos entendemos! Beso gordo

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