El huevo Kinder, o como (no) educar en valores sin morir en el intento

  


 Que sí, que sí, que lo digo siempre, uno de mis mayores terrores como madre es que mis hijos acaben protagonizando un capítulo de "Hermano mayor". Y es que entre el genio que tienen ambos, las ideas de bombero que se les cruzan por la cabeza, y que están en esa edad feliz en la que te crees el centro del universo son unos delincuentes en potencia. Que apuntan maneras, vaya.

 Por ejemplo, en cierta ocasión les di una moneda a ambos para que la echasen en la funda de guitarra de un músico callejero. Somos muy festeiros, y después de echar unos bailes frente al chaval era lo mínimo que podíamos hacer. Total que el Moreno se acerca y suelta su monedita pero el Rubio, parado ante el tesoro esparramao en la funda, decidió para sorpresa de su legítimo dueño (y mi bochorno) que mucho mejor apañaba las monedas que allí había, andevaparar. ¡Y menudo pollo me montó cuando lo aparté! De soltar SU moneda, ni hablamos.

 Pero la más gorda me la lió el Moreno ayer, sin ir más lejos. Habíamos bajado al parque solos él y yo durante la siesta del padre y del benjamín. Por un rato, disfruté de la sonrisa y los abrazos de mi Morenito, que como un falso hijo único tranquilo y cariñoso se portó de dulce y me hizo sentir una madraza total. Iba yo más inflada que un pavo. Falso falsísimo. De vuelta a casa paramos en el Opencor a comprar el pan, atestado de gente como todos los domingos. Hago cola mientras el nene se me despista por los pasillos. Regresa enseguida, pagamos y nos vamos. LLegamos a casa, fuera zapatos y chaquetones y nos vamos para el salón donde están el padre y el Rubio viendo la tele. Entonces mi Moreno desaparece un momento para regresar portando un tesoro que no nos explicamos de dónde salió...le pregunto al padre y él me pregunta a mi, yo no se lo di, yo tampoco ...mientras el rorro, muy ufano e insistente, me pide que lo desenvuelva. Porque el tesoro es comestible y quiere zampárselo ya. 

 Y de pronto, incrédula, le pregunto si lo cogió en la tienda..

-¡Queee sí! ien la tienda!- así con tonito en plan hay que explicártelo todo -¡Ábrelo mami!

 Y ahí me quedo yo, estupefacta. Resulta que aquí mi prenda afanó un kinder sorpresa en el Opencor. Y tan pichi. Así empezó Al Capone, ¿que no?

 Total que me sube un yoquesé por tolcuerpo y le meto una bronca de padre y señor mío. Que si eso está muy feo, que si lo veo cogiendo lo que no es suyo se va a acordar, que estoy muy enfadada, que no se le ocurra repetirlo, que no se vuelve a soltar de mi mano ¡en la vida!, que si castigado pa siempre jamás ... superadecuado todo para su cerebro nivel cuatro años. La criatura, que el único mensaje que pilló es que su madre tenía un cabreo del quince, me pidió perdón y me siguió inquieto hasta la cocina, donde su pesadilla se hizo realidad cuando tiré el huevo infausto a la basura, cual madrastra chunga. Fiera y enfadada salí muy digna de la cocina mientras la pataleta del Moreno hacía historia. ¡Que le sirva de lección! pensaba yo, con cierta inquietud viendo la magnitud de su furia, pero sin despeinarme. Para algo mis niños tienen claramente a quien salir.

 Ilusa...



 Porque lo que tienen son los huevillos cuadrados. Y un jeto que se lo pisan. Al rato vienen los dos muertos de risa, el Rubio con la boca abierta- ¡mía mamá!, ¡¡chocholate!! -  Y el Moreno agitando cual maraca el estuche de la sorpresita que no conseguía abrir, excitadísimo, feliz y claramente amnésico-barra-pasando de mi bronca lo que se dice ampliamente -mami¿me lo abres? ¿me lo abres mami? ¿me lo abres por favorrr? Maaamiiii!!

 Así que si esta es la autoridad que tengo sobre ellos con cuatro y tres años, con catorce y quince no lo quiero ni pensar...


 

 

 

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