Cómo (no) encajar los comentarios ajenos sobre la crianza de nuestros hijos


Niñas desconocidas opinando sobre los adultos. Si es que donde las dan, las toman

 Recientemente leí posts sobre este tema en dos blogs diferentes. El primero de ellos, O mundo ao revés, es un imponente y reconocidísimo blog que juega en una división muy distinta a esta humilde casa. No lo sigo habitualmente pero es de sobras conocido en el mundillo blogueril. Saltando de unos blogs a otros caí en la entrada que os enlazo, que me provocó una gran sorpresa y me dió qué pensar (sí, ¡a veces ocurre!) Hace poco además leí, también por azar, una entrada en otro blog acerca de los paseos con gemelos y las continuas interrupciones que se sufren por parte de opinadores espontáneos. No consigo recordarlo, así que a falta de dicha entrada os dejo otra de corte similar (y bastante más bestia, debo añadir) La madre de los gemelos estaba hasta el gorro de esa situación, que ocurre cada vez que los saca a la calle, y su entrada también me dejó dándole vueltas al tema. Lo buscaré y escribiré sobre los comentarios recogidos en mi año largo empujando un carro doble, queda para una próxima entrada. Con el post de "O mundo ao revés" lo tuve claro desde que lo leí: tengo que escribir sobre ello.



 Lo adelanto: no me molesta que los espontáneos metan baza. La mayoría de las veces me resulta indiferente pero otras, incluso, lo agradezco. Y otras, las menos, no, como ya conté aquí. Pero en general no me molesta en absoluto. Soy una madre raruna para los estándares actuales... que me gusta dar la nota, vaya.

Yo, agobiada por los comentarios


 Y opinan, ¡vaya que sí!, mucho. Salgo a la calle sola con los dos niños el 95% de las veces, desde siempre. No hay abuelos cerca, ni tíos, y la ayuda pagada es para cuando trabajamos los papás. Salir sola con mis dos niños de 2 y 3 añitos supone una yincana (perdón ojos que me leeis, perdón, dice la RAE que se escribe así), un pentatlon, un ironman de retos físicos y mentales, una exhibición de superpoderes maternales que son, en sí mismos, un espectáculo. Lo tengo clarísimo: para los felices comentaristas espontáneos mi troupe y yo somos carnaza. Es un hecho. 

 Y lo cierto es que casi nunca me molesta. Siempre soy amable con los comentaristas, siempre veo el buenrrollito que hay detrás, y agradezco las sonrisas con que acompañan sus intervenciones. Incluso cuando sueltan burradas como este finde, que un paisano le dijo a uno de ellos se lo iba a llevar nomeacuerdoquién, el hombre del saco o algún colega, si no dejaba de llorar. Mis nenes son canijos, solo ven una cara amable que les sonríe, no profundizan más. 

 Quitando desbarres así, la mayoría de los viandantes intervienen para consolarlos en plena perrencha, o levantarlos del suelo antes de que llegue yo, o sobreviven con buen ánimo tras sufrir el impacto de un motorista de un metro sin carnet, ni orientación... ni piños, como siga así. Si le dicen -"¿te hiciste daño chiquitín?"- perfecto. Si le dicen -"tienes que mirar por dónde vas"- mas perfecto aún me parece. Llamadme desnaturalizada...pero sí. El entorno también educa, en mi opinión, y a veces es más eficaz una reconvención por parte de un desconocido que lo que les diga su madre.

¡A este cualquiera le dice algo!



 Por eso cuando leí el post de O mundo ao revés me quedé estupefacta. Y es que en mi simplicidad nunca se me hubiera ocurrido que la frase "hay que obedecer a mamá y a papá" le pudiera molestar a alguien, y mucho menos a un padre. Imagino que el tono o el gesto que la acompañaba no era adecuado, esas cosas molestan más que lo que se dice, desde luego. Pero para mi la frase en cuestión es una verdad inapelable. Yo podría haber sido perfectamente esa señora, si mi religión no me impidiese abrir la boca en lo que a nenes se refiere. Es una máxima que llevo a rajatabla y que, visto lo visto, es lo que debo hacer. Porque está claro que cada uno somos de nuestro padre y nuestra madre (nunca mejor dicho) y lo que es peor: creemos que los demás están en nuestra misma onda. Nada más lejos de la realidad y para muestra un botón, porque la respuesta que da la bloguera también me pasma. De entrada me parece... una majadería; aunque reflexionando un poco creo entender por dónde van los tiros. La autora alucina con lo perdidos que podemos estar los ajenos a esa crianza concreta: como la señora del post, como yo misma. Como me pasó a mi con el episodio del bus cuando tantas mujeres se apiadaban por el mal rato que pasaba yo, que no lo pasaba en absoluto...En definitiva es el espíritu de la entrada de O mundo ao revés, y con eso sí estoy de acuerdo: meterse cada uno en sus asuntos, por si acaso. 

 A no ser que os tropeceis conmigo y mis hijos. Ahí podeis hablar (dentro de un orden) sin que me ofenda ni ponga una denuncia. Que esté de acuerdo en lo que decís o que os vaya a hacer caso yaaaa...es otra cuestión. Pero tengo la piel gruesa: mientras que sea de buen rollo y con una sonrisa sincera podeis comentar la jugada, no problem. Y compadecerme también, porque aunque escuece más que los comentarios, tratándose de las salidas de los miembros de Estacasa la compasión ajena es un clásico. Es lo que hay, siempre hay alguien que me compadece y si no me gusta se siente, haber pedido muerte.

 Podría decir que los años juegan a mi favor, así en un plan paternalista insufrible, como muy de vuelta de todo...pero no. Con 30 iba con la misma suficiencia por la vida, y con 15 igual. No son los años (ni los kilos, ¡ojo ahí con los comentarios que al final va a ser que sí me afectan! ¡humm!), sino el temperamento. Soy bastante independiente y creída, en el buen sentido, el de las personas sin problemas de autoestima. De siempre, vaya. Si piensas como yo genial también y si no pues nada, haz de otra manera que no me molesta, tienes mi permiso.  Incluso puede que me hagas reflexionar y me replantee cosas, no pasa nada, cambiar de opinión no duele. Se cambia, se aprende y a otra cosa, como me pasó tras el viaje en autobús sobre el que escribí. Cabrearse, repartir zascas por ahí... no, nunca encajé así los comentarios. Al menos los que escuché yo. Y es así porque, en definitiva, son personas desconocidas, su opinión ni me va ni me viene, la tomo bien si me gusta y la ignoro si no. Ya me gustaría a mi sufrir la intromisión de las personas que importan, las opinadoras por antonomasia, las abuelas. Pero por desgracia, vivimos con la pena de que ninguna está con nosotros poniéndonos velas negras por lo mal que criamos a los nenes.



 Y no creais, alguna perlita de los espontáneos ya cayó, ya... Una vez, estando embarazada de mi Rubito y empujando el carro con el Morenito una señora (siempre son señoras, esto nos lo tenemos que mirar, queridas), me preguntó si llevaba nene o nena. A la respuesta de "nene" me espeta - "vaya...tu no te preocupes, lo bueno es que así jugarán mucho juntos". Ole. 
 
Muy cuquis, pero si viene otra niña la cagaste


 Aunque la más memorable sin duda la conté en feisbuk hace casi dos añitos, os hago un corta y pega:

 "Después de una semana loca de curro, que el finde lo dediques a cuidar full time de los dos churumbeles mayormente pa que al cuidador habitual, o sea su padre, se le olviden las tendencias suicidas (y asesinas...) cuesta mucho.
,,,Que te los lleves de paseo a la ciudad, a ellos y a toooodo su atrezzo que también pasea, con las poquiticas ganas que tienes de jarana cuesta aún más.
,,,Que mientras se arranca por chillidos tu pequeñín, que está malito, uniéndose a tu mayor que patalea no sabemos porqué, venga una mujer a decirte que qué lindos, qué guapos..."EL PADRE también será guapo, ¿no?" te cuesta un disgusto morrocotudo y la promesa firme de no volver a bajar al centro sin maquillar (eso a ti, a la bruja pudo costarle la vida pero desde que eres madre has desarrollado un rollo zen impresionante)
...Y que tras unas cuantas canciones mecido en el colo de mamá tu rubito se duerma apaciblemente mientras tu beibi mayor sigue sentado en su silla entretenidísimo con las palomas mientras sonríe a su hermano, que tiene pupita..,¡no tiene precio!"


 Así es que mejor pensarse dos veces lo que vas a decirle a una madre desconocida o a sus hijos en su presencia. La mayoría no son tan pasotas como yo.


 


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