¡Volando voooy!... ¡volando vengo!

pssst...¡aficionados!

 Si con algo no contaba por el hecho de ser madre era con las carreras que me iba a pegar. Y no me refiero a perseguir a los peques, eso sí lo veía venir. Hablo de correr en general:  al médico, a la guarde/cole, al trabajo, a casa, aaaa... todo. Siempre corriendo. Siempre sudando. Siempre tarde.


 El viernes pasado me dió un minijamacuco y tuve que dejar el trabajo para acudir al centro de salud, (familia, nada grave, no preocuparsen, podios. Si no conté nada fue ¡porque aún no tuve tiempo!, ni más ni menos). Un dolor agudo y repentino en un costado unido a un par de vómitos me llevó doblada a urgencias. Descartadas por la enfermera y la doc que me atendieron las alegres y positivas opciones diagnósticas manejadas por mis compañeros de tajo (¡apendicitis! ¡cólico nefrítico!) la cosa se decanta por algo de tipo digestivo relacionado posiblemente con la vesícula. Me inyectaron un dardo tranquilizante relleno de buscapina y diazepam y salí como nueva. "Ahora a descansar, aprovecha para dormir" me dice la doc, cargada de buenas intenciones...ilusa.

 Me metí en cama y un rato sí descansé, cierto. Luego estuve con los niños toda la tarde, primero al médico con ellos, luego parque a tope, luego autobús de vuelta para casa, cenas y peleas varias...todo eso bajo los efectos de las drogas. Sin un dolor, debo decir, pero viendo dragones por las esquinas y con las rodillas flojas. Las drogas digo...es lo que tienen.

 A lo que iba, que divago. En la entrevista con la doc (¿la anamnesis? ¿se dice así?...tengo que dejar de leer blogs de médicos...) llegamos enseguida a la cuestión candente, el punto sin retorno, la madre de las batallas: el estrés. Sí amigos, tratándose de un dolor agudo de probable origen digestivo debo evitar el estrés: descansar, comer sano, dormir suficiente...Ahí es cuando explico que soy mamá de dos nenes de dos y tres años y cuando también, de justicia es decirlo, las reconvenciones más o menos paternalistas sobre mi insano way of life se interrumpen al instante. Para dar paso a la penica, más o menos. Y al chute de drogas legales, ¡qué le vamos a hacer!.

 Porque sí, me sé la teoría. Muy bien además, como corresponde a una enferma crónica con un trabajo estresante. Manejar las emociones chungas, pasear, comer decentemente, respetar horarios, estirar la espalda, valorar los pequeños placeres de la vida, tener tiempo para parar, disfrutar de las aficiones, ser optimista y rodearme de gente así...me sé todo eso, sé el efecto tremendamente beneficioso que tiene sobre la salud. Pero en estos momentos de mi vida, sencillamente, no puedo hacerlo. No tengo tiempo. Ahora mi bienestar no es la prioridad. Es un hecho. Solo espero ser fuerte y aguantar porque es algo pasajero. Las cosas mejorarán. El curso que viene ambos nenes irán al cole, tan solo eso supondrá menos desgaste. Además existe la posibilidad de trabajar en Gijón y no en Oviedo, y encima con mejor horario. Eso me anima muchísimo, pero de momento la realidad es la que es. Con lo que toca enchufarse dardos tranquilizantes y tirar p,alante como se pueda. Y lidiar con el estrés, ¡qué remedio!

 Por poner un ejemplo...

Hoy mismo, sin ir más lejos. Un buen día porque me levanto una hora más tarde. Ojo que llevo dos noches durmiendo a ratos porque mi rubito está pocho. Pero lo dicho, duermo una hora más, maravilloso. Y el papá está en casa, con lo que incluso me ducho sin público ni interrupciones, un lujazo.
 Desayunamos y me llevo al Morenito al médico en bus. De ahí nuevo bus y al cole. Por el medio carreras para coger ambos transportes y con juegos y animación maternal a tope para evitar rabietas, retrasos, y llevar al churumbel por el buen camino. Si me echan del banco me pongo a currar en hoteles de guiris, lo del bingo y el aquagym es pan comido para mi, estoy sobradamente preparada.

  Depositado el mayor en el cole, bus nuevamente y para casa, a comer a toda ost...porque me espera mi jornada laboral. Ocurre que el Rubio, que se queda en casa con papá porque está acatarradísimo, irrumpe en la cocina porque algo se cuece y quiere su parte. Cuanta más prisa, peor. Mi chiqui es un tragaldabas y tener la garganta en pie no lo frena: es un fenómeno paranormal. Total que se come buena parte de mi comida. Y se abraza a mis piernas. Si nunca habeis probado a vestiros, lavaros los piños, peinaros y calzaros con un enano enmedio tolrato no lo hagais, no os perdeis nada, sois más felices sin esa experiencia. Y salgo de casa, a "iniciar" mi jornada laboral.



 Y me pego una nueva carrera, para alcanzar el autobús que me llevará a Oviedo. El viaje es mi rato de asueto y aprovecho para repasar las canciones de Eurovisión (sí...soy una friki, lo confieso. A propósito, me gustan Suecia y Portugal, ahí os las dejo por si quereis echarles un "orejazo"). Una vez llego a destino vuelo nuevamente por las cuestas ovetenses para llegar puntual a mi trabajo. Que tiene cosas buenas, algunas tan tan buenas como mis compañeras como ya conté aquí. Pero que es un trabajo por objetivos en el que la presión por la cuenta de resultados y la calidad es brutal...importante, dejémoslo así. El bus de vuelta pasa apenas cuatro o cinco minutos tras la hora de salida con lo que la expresión "a carreras" alcanza su sentido más literal. Nuevo ratito de descanso que aprovecho para llamar a la familia y continuar repasando eurovisión, el correo, el blog...LLego y corro a casa donde me espera la canguro, y tras una parada rápida en el súper para comprar cualquier cosa imprescindible recibo con todo mi amor a mis niños queridos. Y los ceno, los empijamo, los pongo a hacer pis, los duermo (o lo intento) y, si no hay más remedio, incorporo algún "extra": cortar uñitas, baños si no tocó de mañana, alguna canción, juego y demás momentazos felices...alguna bronca, pataleta y demás momentazos olvidables...o ambas cosas, ¿por qué no? No son incompatibles. Y hoy repito, fue un buen día. Dormí una hora más, me duché sola, el papá tenía libre la mañana y no ardió nada ni en casa, ni en el trabajo. Solo fue cansado físicamente, que no tiene excesiva importancia.

 Pero muchos días no son así. Son estresantes anímicamente. Porque olvidé dejarle llaves a la canguro y están ella y los nenes en la calle. Porque me llaman para recoger a uno de los nenes, que está malo, y el papá no puede dejar su trabajo y yo estoy a 30 kilómetros. Porque me estalla la cabeza. Porque la casa está sucia, no tengo ropa limpia y hace semanas que no encuentro el mando de la tele. Porque tras un día duro en el trabajo me encuentro una batalla campal en casa. Porque no recordaba que tal día es no lectivo por motivos equis y no podemos pedirnos vacaciones. Y así podría seguir con muuuchos porqués. 


 A veces pienso en cómo lo hacemos, el papá y yo. La respuesta es que, a nuestra manera peculiar, somos un equipo. O casi siempre al menos. Y que nos queremos y queremos a nuestros hijos. Con locura. Eso da energía para aburrir, está claro. Love is in the air, y con tanto "air" así ando yo, volando de un lado para otro.

 Pero cual Scarlett, lo dicho: a dios pongo por testigo que esto es temporal. Que tendré tiempo para mi, para descansar, pasear, relajarme...y dejar la drogas (legales).


 

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