Mea culpa





...porque hablo demasiado
...porque grito
...porque pago con los niños los errores de otros

 En definitiva, porque cuando algo no va bien y me siento como una olla express a punto de explotar, son los niños los que suben un punto de calor al fuego...

 Mea culpa.


 Nada es como debería, salvo mis hijos. Son los únicos que hacen lo que tienen que hacer como niños, y además siempre felices, siempre alegres. 

 El resto son bombas de relojería exigiendo contínua dedicación para no saltar por los aires: el colegio y sus mil instrucciones y requisitos, la casa y la compra, la plancha, la limpieza, el trabajo y su estrés, la pareja y las discusiones. La ausencia de pausas y de válvulas de escape, los médicos que ver, las llamadas que hacer, la familia y amigos con problemas de verdad, de los de preocuparse. El dentista, las vacunas, la reunión a la que no llegamos, la operación pañal, el bus que llega tarde..

 La teoría me la sé. Organizarse, priorizar...soy perfectamente capaz de hacerlo. Pero no soy yo la única que decide. Cada persona tiene una forma de organizarse y priorizar, suya particular, inflexible porque es LA manera, no hay más. Y siempre vamos a ella, a Nuestra manera; los pactos duran lo que duran las buenas intenciones. Y el malestar se cronifica, y el cansancio lleva al enfado, la paciencia se muda a otro país y ya no reconoces en esa persona iracunda y con un punto de amargura que eres a la mujer feliz que fuiste. Mucho menos a la madre que quieres ser. A la que tus hijos merecen.

 A quien reconoces, cada días más, es a tu propia madre

 Y no es que perdones, no hay nada que perdonar, hace mucho tiempo que olvidaste y que el amor se impuso, pero sí comprendes. Comprendes con mayúsculas. Entiendes, aclaras el misterio. Resulta que en la relación entre padres e hijos influyen muchísimas cosas además de esos padres y esos hijos. Resulta que un requisito básico para ser buen padre es ser feliz. Querer a tus hijos no basta. La paciencia no basta, la dedicación no es suficiente. Para ser una buena madre es imprescindible ser una mujer feliz. 

 En realidad lo tengo fácil porque sé cómo hacerlo. Sé lo que necesito para ser feliz de nuevo. Siempre fui más de autocrítica que de crítica, así que aquí está mi propósito para el nuevo curso. Os lo entrego en piedra y todo para que hagais de Moisés custodio, y también de Pepito Grillo porque al contrario que en el Testamento son planes para mi y no para vosotros. Tampoco son diez y lo más importante, son pasos. No mandamientos, pasos. Para realizar de uno en uno y no alcanzar sin haber afianzado el anterior. No hay calendario, solo una meta: ser la madre que quiero ser, o acercarme lo más posible. En definitiva, cambiar. Yo. La única variable de mi realidad en la que puedo incidir. Pequeños cambios. O grandes, según se mire. Para mi son grandes, por mi carácter. Pero estoy decidida y en los días que llevo practicando noto que todo va mejor, eso me anima. Son cosas tan sencillas como:

 -Hablar poco. 
He descubierto que la meta "no gritar", que es la que persigo, la consigo sólo si hablo menos. 

 -Emplear el mismo tono de voz que en el trabajo. 
El tono profesional, amable, pausado y absolutamente ortopédico en casa, porque no es el mío natural, es el bueno para los niños. Si soy capaz de emplearlo trabajando tropecientas horas seguidas con absoluta naturalidad, tengo que ser capaz de llevarlo a casa, por narices.

 -No rosmar.
Me encanta esta palabra gallega porque me define. No protestar por lo bajo, no hablar sola cagándome en todo, no evitar la confrontación a base de soltar basura por lo bajo en la habitación de al lado. Esta claro que no me ayuda. Mejor decir lo que sea a quien sea aplicando los puntos uno y dos. 

 -Cuando estoy al límite, hacer concesiones.
Mejor dar chocolate que soltar un grito, mejor devolver el juguete que tener un día de morros con el padre. Cuando estoy calmada, educar. Mis hijos son niños, no el enemigo, y estos días me lo están demostrando devolviendo el juguete, diciéndome que más chocolate hoy no...me los como.

 -Y, en general, cuando estoy al límite, mantener un perfil bajo. 
Para todo, para la vida doméstica, laboral...para todo. Cada uno es como es, yo soy de esas personas que necesitan tiempo para sí mismas, para estar solas. Es muy difícil si además trabajas de comercial y compartes tu vida con una pareja y dos niños. Encima se suele malinterpretar por parte de quienes te rodean, si ellos no sienten esa necesidad (los niños, desde luego, no la sienten). Una manera de hacerlo es manteniendo un perfil bajo de vez en cuando, estando pero sin estar...No es perfecto en absoluto, pero ayuda.

 En este proceso estoy ahora, bajando las revoluciones en general, hablando menos, riñendo menos, interactuando menos con todo y con todos. En mi es algo antinatural porque soy expansiva y charlatana, pero seguro que encontraré la manera de relacionarme mejor con los rorros sin dejar de ser yo misma. 

 Y si teneis algún truco personal para que las cosas fluyan bien en casa contadme, por favor. Esta fase introspectiva es la idónea para escucharos a los que caminais en mis mismos zapatos.


Comentarios

  1. Ay!!!! Qué metas tan duras te pones.....y con lo que me gusta a mí oírte charlotear.
    Pero te entiendo y yo ando en ese mismo propósito, frenar, vivir en mí como se dice en Mindfulness....
    Te echo de menos.

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  2. Vivir en mi...es justo lo que necesito, al menos de vez en cuando, no pido más! Siento que voy por el buen camino, pero con mi carácter nunca hay que bajar la guardia. Gracias Marieta, estuve sin ordenador y ise me hizo eteeeerno!

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